domingo, 31 de agosto de 2008

Un pequeño relato (la vision de un detective)

Este es un simple posteo de un pequeño relato que he escrito hace poquito al estar aburrido. No tiene intenciones de generar debate (aunque sus comentarios seran bienvenidos como siempre).


Eran las 10 de la mañana. Estaba desayunando en mi habitación y hojeando mis últimas investigaciones hechas para la UNPROFOR.
Sabía que mis acechadores estaban pisándome los talones, por las muchas averiguaciones que he hecho en los últimos meses.
Pero no iba a bajar los brazos.
De pronto, escuché un ruido muy fuerte proveniente del comedor. Mis ventanas retumbaron y la luz se cortó. ¿Habrá sido una bomba? Creí que era la artillería de esta ciudad sitiada. Mis dudas se derrumbaron cuándo un segundo estruendo estalló en el hotel, probablemente en el cuarto piso. Esta vez había sido una bomba.
Me pregunté si mis perseguidores me habían encontrado y habían tratado de matarme. El miedo me acechaba pero necesitaba saber más sobre el hecho. Por lo que me arme de valor, pensando en mi mujer, busque mis gafas y me asomé por la puerta.
Vi a tres hombres corriendo por las escaleras. Uno de ellos era un soldado. Los seguí hasta el cuarto piso. Ingresaron en la habitación alcanzada por el mortero y sacaron a un hombre desmayado. Uno de los tres hombres agarró una valija y sacó unos cuantos papeles de allí. Comenzó a leerlos para sí. El soldado y el otro muchacho buscaban señales de vida en el cuerpo que yacía en el suelo. Pero no las encontraban.
Luego de que el hombre terminó con su lectura, se acercaron los tres y me dieron una despedida seca. Me hicieron sentir un estorbo.
Volví a mi habitación y empecé a empacar mis cosas. No podía permanecer un segundo más allí. Esta vez habían fallado el objetivo. Quizás la próxima vez no lo fallen.

jueves, 21 de agosto de 2008

Caída en La Plata y fin del sueño

La siguiente cronica esta escrita con toda la objetividad posible.El autor del blog se reserva para sí, los comentarios de los cambios que ejecutó el director tecnico de independiente y el arbitraje del señor Juan Pablo Pompei.

Chau Copa Sudamericana para Independiente. El equipo de Claudio Borghi regaló un tiempo y medio , perdió por 2-1 sobre la hora tras un desacople defensivo y en la definición por penales cayó por 5-3. A pensar en el Apertura.
El primer tiempo que jugó el “Rojo” se asemejó al que vimos con San Martín de Tucumán en Avellaneda, con un jugador en un puesto improvisado y sin hilvanar una sola jugada de riesgo, mostrándose totalmente superado.
Con el cambio del entretiempo de Darío Gandín por Moreira, el equipo de Borghi cambió totalmente la imagen, convirtió el gol con una linda chilena de Leonel Núñez y a partir de allí superó a Estudiantes en todas las líneas. El partido estaba controlado, pero en lugar de liquidarlo, el DT optó por cambios defensivos y le devolvió el protagonismo al local.
Estos cambios, son ahora, el eje de la discusión de todos los hinchas de Independiente, ya que muchos apuntan a Borghi como culplable de la eliminación, cuando él mismo dijo que nunca tiraría a un equipo suyo para atrás.
Un error defensivo faltando tres minutos hizo que el partido se defina por penales, donde Estudiantes convirtió todos y en Independiente erró Lucas Mareque (ovacionado tras el penal por la gente de Independiente)estrellando la pelota en el angulo derecho de Andújar y acabando con las ilusiones rojas.
Para acumular aún más frustración, sobre el cierre del encuentro, le cometieron un claro penal a Lucas Pusineri que el árbitro Juan Pablo Pompei no juzgó como tal.
Había mucha ilusión puesta en este retorno al plano internacional de nuestro amado y copero Independiente, pero lamentablemente la historia se terminó rápido. Ya habrá tiempo de analizar errores, repartir culpas y sacar conclusiones, pero ahora hay que levantar la cabeza rápido ya que el Apertura recién comienza y el domingo tenemos que enfrentar nada menos que al último campeón de la Promoción. ¡Arriba, Rojo querido!

jueves, 14 de agosto de 2008

la pesadilla de viajar en argentina

¿Por qué será que nuestro pueblo se conforma con poco? Las vendas de nuestros ojos se nos cayeron en 2001, cuando dijimos basta. Pero solo amenazamos a cambiar las cosas. Dijimos basta a una serie de gobiernos que llevaban como ideales la corrupción, la ineptitud y el maltrato. Pero ahí quedó. Solo dijimos basta. No hicimos nada para que esto cambiara.
Hoy en día, los argentinos nos hemos acostumbrado a muchas cosas, que en otros lugares del mundo no pasa. Una de ellas tiene que ver con lo sucede en el transporte público en la hora pico. Y este acostumbramiento es el resultado de un pueblo indiferente e individualista ¿Por qué madruga un oficinista de zona sur para llegar a las 9hs a su trabajo en Capital? ¿Por qué un estudiante de la UBA, que habita en el conurbano, debe salir de salir de su casa con dos horas de anticipación para poder llegar a horario? Muchos de estos problemas los vemos en nuestra rutina. Pero, ¿los vemos? La indiferencia es una planta que ha crecido en cada uno de nosotros, porqué muchas veces el colectivo no nos para, y entonces nos acordamos de toda la familia del conductor, el cual maneja un colectivo que usa personas en vez de ventanas. Pero, con tal de llegar a tiempo a la estación, no vemos cómo deja pagando a otras personas. Solo nos interesa llegar hacia adonde nos dirigimos, aunque para cumplir con ese objetivo otros tengan que prescindir de los suyos. A los argentinos solo nos interesa nuestro reloj, que amenaza como una bomba a punto de estallar. El reloj, fiel compañero nuestro, nos acompaña de lunes a viernes.
Otro ejemplo rutilante de nuestra indiferencia sucede en el ferrocarril. La pesadilla es más grande cuando hablamos del tren, porque en mi caso, la travesía del colectivo es la previa de la aventura de este. En las estaciones se concentran todo tipo de sujetos. Hombres y mujeres, jóvenes y adultos, oficinistas, estudiantes, etcétera. Las personas se entremezclan entre tantas personas. Y cada uno con su reloj, su tiempo, su vida. Cada una está enfrascada en su mundo y ni siquiera se limita a hablar con otras personas. Todos en una misma estación: “deplorable” por ponerle un nombre. Porque las instalaciones están descuidadas. Y el servicio es peor todavía. La impuntualidad pareciera ser la regla número uno de los trenes. Podría hacerse un juego de azar, ¿estaría mal poner casas de juego en las estaciones? El juego se llamaría acertando la demora. A veces estamos de suerte y la demora es de tres minutos entre un tren y otro. Pero el tiempo corre como si fuera un partido de fútbol, y la espera se estira a diez minutos, veinte, cuarenta, y a veces una hora. Hasta que vemos llegar el tren. Estos, al igual que las estaciones, están en penosas condiciones. Los vagones están totalmente escritos y sucios. Los asientos se hayan arruinados. Y a todo esto se le suma el desborde de gente con el que circulan. Las personas que se suben al tren superan claramente a las que se bajan en cualquier estación. La mayoría de las veces las puertas no cierran por el talón de alguna señora que se sube al vagón. O algún muchacho que aguanta el aire para poder entrar a la formación.
Ya ni siquiera nos interesa por qué los trenes no responden al caudal de gente que viaja. En vez de agregar trenes o vagones, lo sacan. Nos tratan como “ganado”. Solo nos faltaría mugir, aunque creo que las vacas viajan mejor que nosotros. Nunca falta una voz diciendo: “¿hasta cuándo vamos a seguir así’?” u otra agregando: “todos los días es lo mismo”. Tenemos el mismo disco metido en la cabeza. Y la sumisión es total. Ya ni siquiera nos quejamos cuando el tren se frena. Se escuchan un par de bufadas y algunos MP3 que están a todo volumen. Y otra vez miramos el reloj. Algunos nos volvemos dóciles con las canciones qué escuchamos. Ya nos acostumbramos a viajar como ganado. Los argentinos pensamos que es más fácil que el otro resuelva nuestros problemas. Y si no se resuelven, nos quedamos así, si total hoy nos quejamos y mañana sigue todo igual. Este pensamiento indiferente es el germen de la acción de la clase dirigente y del sistema capitalista que habita en nuestros días.
Finalmente, el subte es la misma historia de falta de interés y egocentrismo. El volumen de gente rebasa hasta las estaciones. Es muy difícil transitar en la hora pico por Constitución, o Diagonal Norte, o Retiro. Y a pesar de que los subtes tienen mejoras muy importantes en las instalaciones respecto a los trenes, el problema del exceso de personas para una formación sigue siendo la cuestión a solucionar.
Hasta acá me he dedicado a resaltar los defectos de los usuarios. Los transportes funcionan así por que nosotros lo permitimos. Las personas viven días sofocantes y exhaustivos. Cuando llega la hora del regreso, volvemos cansados, con muy pocas ganas de rezongar. Sin embargo, no podemos esperar a que las soluciones caigan del cielo. Tenemos que acabar con nuestras fallas para poder llegar a la solución y así poder aplicarla. Es nuestra despreocupación el obstáculo a vencer.
No obstante, la gente tiene razón en cuanto a la culpa. No es toda nuestra. La mayor parte está en nuestro gobierno. Durante la presidencia de Menem el ferrocarril se privatizó, y el Estado debía controlar el servicio. Pero lo tomaron como un peso menos. Y las empresas utilizaron el servicio como un negocio, el cual enriqueció a sus privatizadores con fuertes sumas de dinero. Y bajo la ley del que más tiene más quiere, comenzaron a invertir menos en servicio y a quedarse con más dinero. Esta es la otra razón que muestra porque funcionan así Muchísimos reclamamos ante un ente sordo y ciego. Ni siquiera las cámaras de televisión revertían la situación. Nos empezamos a “acostumbrar”. “Acostumbrarnos mal”. Acostumbrarnos a levantarnos muy temprano, acostumbramos a viajar apretados, acostumbrarnos a perder horas de trabajo o de estudio por culpa de un servicio que está cayendo en un precipicio que parece no tener fondo.
Todo siguió igual, hasta que pasó lo que se esperaba que pase. Por un momento pensé que nos habíamos olvidado de nuestras manchas. Así como en 2001, cuando nos atrincheramos en Plaza de Mayo para reclamar contra el Corralito y pedimos la renuncia de un gobierno incapaz e inepto, hace poco la gente se cansó de este abuso en los trenes. ¿Cuál fue el detonante? Un tren cancelado. Fue impresionante la ira qué se desató en Constitución. Una turba ciega qué arrasaba con todo lo qué se le cruzaba en el camino. Hubo un pequeño incendio y muchas piedras volando. Y la intervención policial desató más violencia. Los que no entendíamos lo qué sucedía debimos atrincherarnos en la boca del subte. Balas de goma y proyectiles parecían gaviotas volando sobre un campo de batalla. Sin embargo, algunos disparos no parecían balas de goma, sino que parecían balas de fuego. Luego, aparecieron las cámaras y mostraron el show del horror. Fuimos vistos en todo el mundo por nuestra violencia. Constitución fue la estación de la furia. Por un momento me acordé de la furia del 2001, y a la policía montada reprimiendo a un grupo de personas que protestaba pacíficamente.
Y cuando parecía qué todo esto iba a cambiar, después del bochinche sucedido, no pasó nada. Salvo una pequeña mejora seguimos igual que antes. Creo que con una concientización social fuerte podemos lograr cualquier objetivo. El poder debe estar en el pueblo, en el pueblo unido, y no en las autoridades. La unión hace la fuerza y la desunión hace la corrupción. Cuando sepamos superar los fantasmas de la indiferencia y el individualismo empezaremos a construir un país mejor. Un cambio en la mente de las personas incitaría cambios gubernamentales que podrían ser favorables para resolver cuestiones como esta. La democracia es un derecho que debemos ejercer. Mientras tanto deberemos conformarnos con un gobierno corrupto e incapaz de resolver situaciones como las explicadas. Y también, deberemos encontrar la forma de reclamar, ya qu, la violencia es el mal camino.
En nuestros días, basta con mirar el transporte público de cualquier país para definir a su gente: en Argentina, el individualismo y la indiferencia por un lado, y la poca credibilidad en la clase dirigente por el otro, se ponen de manifiesto en la actitud del pasajero que acepta viajar como ‘ganado” y no espera ningún cambio por parte de las autoridades para subsanar esa situación. Mientras que en otros lugares, como Europa, el transporte presenta condiciones similares a las sociedades que los utiliza. Estas sociedades son más estructuradas y organizadas, lo que se ve reflejado en el transporte publico que funciona a horario y en condiciones muy favorables para los usuarios